Me ahogó su media sonrisa,
me atragantó esa indiferencia,
escuchándole y bebiendo
mientras él se divertía con otros.
Abrí el portón para recuperar el aliento
y observé la cueva donde vivía
mientras me importaba tanto,
tanto, que siempre le mezclaba en mi tiempo
y le regalaba mi dignidad,
aunque sólo de vez en cuando.
Era tanto que en ese tiempo
dormía con los ojos abiertos
esperando encontrarle otra vez, mirándome de frente.
Pero nunca llegué a dormir. Por eso, no desperté.
Me fui.